Como cada 365, me has dado cosas buenas y no tan buenas. Me
has dado, en fin, más vida. Y por eso te estoy agradecida. Lo peor lo voy
olvidando, dejándolo atrás porque no me sirve para absolutamente nada, el
aprendizaje ya lo he hecho y se queda conmigo.
Lo bueno es que me he reído hasta llorar, hasta dolerme la
barriga; que he engordado, porque he sido súper feliz comiendo; he ido al cine,
aunque reconozco que no tanto como me hubiese gustado; he salido de fiesta, a
pesar de que cada vez noto más cómo me hago mayor y el cuerpo me pide noches de
relax; el verano ha sido un no parar (¡imagínate!: he tocado por toda Galicia);
me he graduado más orgullosa de mí misma que nunca y segura de lo que valgo; he
retomado el inglés y el italiano (bella cosa, that one!) y he seguido
tatuándome, porque creo que ahora ya no puedo parar.
He leído exactamente 19 libros, aunque no he conseguido superar
el reto lector que me habíamarcado. Has logrado, una vez más, que conserve
amistades y se hagan -si cabe-, más fuertes (que el frutipremio a la frase del
año me lo llevo yo, ¿sabes?). No has dejado que la distancia haga el olvido; y
he podido acercarme más a personas que ya conocía, pero no sentía. ¡Y vaya si
ahora las siento!...
He viajado más de lo esperado y ha sido realmente increíble.
Me he encontrado con personas a lo largo de los meses que me han confirmado lo
que ya sabía: que cada vez disfruto más de la gente. Por supuesto me he
enfadado, he discutido y he perdido las formas, pero también he sabido
reconocer que lo he hecho, y que tengo que seguir trabajando para cambiar eso.
He bailado hasta que me han dolido los pies, sea o no con Enrique Iglesias: en
una discoteca, en la calle o en la soledad de mi habitación. Además, nunca he
dejado de escribir, porque supongo que un año más, he logrado no perder mi
esencia, y créeme cuando te digo que has sido el que más difícil me lo ha
puesto desde hace bastante: me has hecho verme en situaciones en las que he
llegado a no reconocerme en el espejo. Y me estaba empezando a preocupar.
Pero he cumplido 22, y sigo con la misma ilusión de cada año
de vida por las pequeñas cosas: por las personas, los instantes y las
sensaciones que no cambio por nada, porque al final de esos tres factores se
compone nuestro paso por aquí. Me despido de ti contenta, porque eres uno más
en mi historia y sé que todo lo que he hecho lo he hecho con pasión, que cuando
he querido ha sido de verdad y que no ha faltado corazón en mi día a día. Así que, 2016, ¡gracias y hasta siempre!
Y desde luego son muchas las canciones que me han acompañado este año, pero la del mes de diciembre es sin duda alguna Everglow, así que la dejo en representación de toda la música que me ha hecho sentir, bailar, llorar y cantar como una loca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario